«ARCHIVO DE ARTE ESPAÑOL»: FOTOGRAFÍAS DE TOLEDO EN EL ESTUDIO MADRILEÑO DE MORENO


Por Julia Martínez Cano

Desde el nacimiento de la fotografía en el primer tercio del siglo XIX, los monumentos de las ciudades han sido una constante en su iconografía. Heredera del ideal ilustrado, esta técnica contribuyó como instrumento científico para el estudio a la continuada compilación de información histórica. Concretamente en Europa, las fotografías de monumentos surgieron ante un dilema de consciencia patrimonial. Las intervenciones restauradoras que se llevaban a cabo desde principios del siglo pusieron en alerta a los responsables de los bienes. Así, el primer proyecto que aunó fotografía y monumentos en Europa fue la Misión Heliográfica de la Comisión de monumentos históricos de Francia, dirigida por Prosper Merimée, que consistió en la documentación fotográfica de los inmuebles que iban a ser restaurados a fin de conservar su imagen.

En el caso de España, los pioneros de esta actividad fueron el inglés Charles Clifford (1819-1863) y el francés Jean Laurent (1816-1886). Clifford, fotógrafo de la reina Isabel II, se estableció en Madrid y ocupó diferentes estudios de la capital para la toma de retratos. Sin embargo, en materia arquitectónica, ha legado a la historia de la fotografía documentos gráficos tan relevantes como las obras del Canal de Isabel II o la construcción del Puente de los Franceses en Madrid, además de icónicas vistas de ciudades como la instantánea de la cara oeste de Toledo, junto al Tajo, en la que se recogen elementos hoy ya perdidos como la torre del Reloj, demolida en 1888 por su estado de ruina o el Alcázar con las torres sin chapitel a causa de incendios. Por su parte, Laurent también se instaló en Madrid y se dedicó al retrato y a la fotografía de obras públicas y monumentos. Al igual que Clifford comercializó sus imágenes, Laurent siempre se mantuvo al tanto de las innovaciones técnicas y consiguió conformar una gran empresa continuada por sus sucesores, que le procuró poder elaborar un buen repertorio gráfico del país y distribuirlo gracias a sus estudios de Madrid y París.

Estas dos figuras extranjeras fueron fundamentales para el desarrollo de las galerías fotográficas en España, sin menosprecio de otras figuras locales como el toledano Alfonso Begué dedicado a este oficio en la capital desde mediados del siglo XIX. Las ventajas técnicas de la fotografía frente a los métodos de representación más tradicionales la convirtieron en el medio idóneo de la cultura visual en auge. Las instantáneas de monumentos fueron comercializadas en diversos formatos por estos fotógrafos pioneros: desde los álbumes de vistas de ciudades de España, como los de Clifford, o los muchos soportes de carácter más efímero de Laurent, como tarjetas postales o las estereoscópicas, pensadas para contemplar en casa, lo que reafirma a la fotografía monumental como un objeto de consumo y ocio.

Bajo esta consideración, comienzan a aparecer otros muchos locales destinados a esta actividad en la capital en especial y con sucursales en ciudades próximas, como Toledo. Entre los numerosos nombres que recoge la historia de la fotografía en España, cabe destacar, entre otros, a Mariano Moreno (1865-1925), del que apenas se conocen datos salvo los biográficos y los establecimientos que regentó en Madrid para desarrollar su profesión desde 1885 –continuada por su hijo Vicente Moreno (1894-1954) hasta 1936– gracias al Anuario de comercio, de la industria, de la magistratura y de la administración.

Mariano Moreno creó en 1893 el Archivo de Arte Español y su hijo Vicente Moreno continuó su labor hasta 1954, un fondo que consta de más de 60.000 placas de negativos en vidrio, y plásticos de muy diferentes formatos que reproducen monumentos de toda la geografía española, hoy visibles gracias a la digitalización de estos y su divulgación en red por la Fototeca del Patrimonio Histórico.

Moreno desempeñó una importante labor de registro del arte español, especialmente por sus imágenes de monumentos de España entre los que no faltó Toledo, una ciudad que estuvo en el punto de mira de artistas, literatos, viajeros y turistas que hicieron de ella un destino ineludible.

No puede entenderse este interés por lo monumental sin el precedente de autores como Antonio Ponz y su Viage de España (1772-1794) en cuyo primer tomo se habla de Toledo, así como otras obras apartadas de la Academia pero también desarrolladas por intelectuales como Recuerdos y bellezas de España (1839-1965), mucho más cercano a las fechas del desarrollo de la fotografía que, sin embargo, no la incluyeron, pues se trata de una obra con un claro ideal romántico que, en el caso de Toledo, perpetúa la imagen de una ciudad medieval anclada en el tiempo, digno escenario legendario. Otros relatos de viajeros y publicaciones particulares como guías (Toledo pintoresca, José Amador de los Ríos, 1845; Toledo en la mano, Sixto Ramón Parro, 1857, etc.) ofrecieron también esa visión que, de forma paralela, se extendió a la fotografía.

La Biblioteca Lázaro Galdiano conserva en su haber un buen número de positivos en papel a la albúmina del Archivo de Arte Español de Moreno. Se trata de una producción, por un lado, continuadora de ese ideal ilustrado que promovió la publicación de obras de carácter enciclopédico, pero, por otro, en línea con otros proyectos gubernamentales con intención conservadora como puede ser el Catálogo monumental de España, desde 1900 a 1961. Estas albúminas son, tanto por su contenido como por su continente, buena prueba del desarrollo de esta técnica a principios del siglo XX en el mundo editorial. Consciente del valor de la imagen, el fotógrafo registró los monumentos más valorados del momento, susceptibles de ser requeridos por escritores, historiadores, editores y coleccionistas. Este es el caso de José Lázaro, contemporáneo de Moreno, editor de revista La España Moderna y coleccionista, del que cabría pensar que pudo adquirir estas imágenes del negocio de Moreno con un interés tanto editorial como coleccionista.

En este fondo las más numerosas son las de imágenes de Toledo, que traducen toda una tradición gráfica que sintetiza el imaginario de la ciudad y sus representaciones idiosincráticas. Entre ellas se encuentra esta toma del río Tajo, cuyos meandros construyen el característico paisaje de la península fluvial y cuyas aguas fueron fundamentales para el desarrollo de la ciudad. A orillas del Tajo, se encuentra la conocida como Casa del Diamantista, residencia del orfebre José Navarro (1808-1862), con un embarcadero, que actualmente, ya solo cruza a los vecinos de la ciudad en la festividad de la Virgen del Valle. Al fondo, se encuentra el castillo de San Servando. Se trata de una imagen eminentemente plástica donde el agua y los recursos naturales tienen un mayor protagonismo que los arquitectónicos, a diferencia de las usuales fotografías de la cara oeste de la ciudad, donde el Alcázar y la Catedral actúan de referentes para los objetivos de autores contemporáneos.

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TOLEDO. 133. Vista del Tajo. IB 14853-351

Entre su repertorio, existe un numero notable de imágenes dedicadas al interior de la Catedral, concretamente de los sepulcros de la Capilla del Condestable, de las naves laterales y la girola y de ornamentos prototípicos del gótico, que refrendan la idea de que este templo es una de las grandes fábricas góticas de España, cuando otros no fueron valorados de igual manera por convenciones estilísticas como el Transparente de Narciso Tomé. También otros fotógrafos establecidos en Toledo como Casiano Alguacil, Narciso Clavería o Rodríguez realizaron similares tomas de estos espacios.

 Otro monumento toledano frecuentemente reproducido tras el objetivo es el monasterio franciscano de San Juan de los Reyes, cuyo claustro y cabecera de la iglesia donde se encuentra la decoración heráldica de los monarcas también está documentado en el Archivo de Arte Español de Moreno. Es sin embargo, la imagen exterior de la cabecera de la iglesia la que más difusión ha tenido al ser publicada en diferentes guías locales y nacionales producidas incluso por el Patronato Nacional de Turismo.

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TOLEDO. 74. San Juan de los Reyes. IB 14853-341.

Las imágenes más icónicas producidas por Moreno son el reflejo de la tendencia por divulgar aquellos monumentos históricos que el ideal romántico perpetuó bien entrado el siglo XX. Sin embargo, entre sus fotografías también se encuentran algunas tomas donde queda documentado un patrimonio que hoy ya no es visible. Este es el caso del fielato, oficina donde se cobraba el impuesto de entrada y salida de mercancía de consumo, adosado a la puerta de Bisagra. Esta imagen es un documento histórico que aporta información sobre el carácter de esta puerta, hoy monumental y en el pasado también comercial.

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TOLEDO. 123. Puerta de Visagra. IB 14853-353.

Otro caso es la fotografía de la ventana geminada de la Casa de Mesa, decorada con el ornamento usual de la arquitectura civil mudéjar. Se encuentra en el salón que hoy es sede de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo y es testimonio del rico patrimonio que el interior de las viviendas de la ciudad conserva y es poco conocido.

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TOLEDO. 72. Ventana de la Casa de Mesa. IB 14853-342.

Finalmente, cabe destacar una última imagen de las numerosas realizadas por Moreno. Se trata de una toma, con marcas que prueban su paso por la imprenta, donde se reproduce la puerta de bronce de una capilla de la Catedral. Las señales delimitan la ilustración final para la edición, pues se eliminan elementos como el paramento mural, para dar más protagonismo a la puerta, un excelente ejemplo de la orfebrería del templo primado.

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CATEDRAL DE TOLEDO. 25. Puerta de bronce. IB 14853-254.

Estas y otras fotografías realizadas por Moreno y comercializadas en las diferentes sedes que tuvo en Madrid difundieron la imagen de la ciudad toledana, bien porque fueron compradas para uso personal o bien para ser reproducidas en diferentes medios. Como otros fotógrafos, Moreno y su hijo, acopiaron sistemáticamente los monumentos de España gracias al poder de la imagen, especialmente, a  la capacidad de la fotografía para devolver una toma veraz y registrar lo que aún se mantiene en la actualidad o se ha perdido en el tiempo.

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