CASTELAR Y LÁZARO: EL POLÍTICO Y ESCRITOR Y «EL FÉNIX DE LOS EDITORES»


Exposición: 9 de junio a 19 de septiembre de 2021.

Museo Lázaro Galdiano. Sala 1. Serrano 122. Madrid.

Martes a domingo de 9,30 a 15 h. Lunes cerrado.

Por Juan Antonio Yeves Andrés 

La Biblioteca Lázaro Galdiano participa en el Día Internacional de los Archivos este año 2021 con una exposición de documentos, en este caso la correspondencia que mantuvieron Emilio Castelar y José Lázaro Galdiano. Como tuvo mucho que ver en esta relación Emilia Pardo Bazán, que aparece en las cartas, también sirve para recordarla, una vez más, en su centenario. Se debe contemplar como patrimonio cultural y también como memoria de actuaciones y decisiones porque es fuente fiable de información para conocer la relación entre autor y editor que fructificó en una colaboración, a lo largo de casi una década, donde se analizaba la situación internacional, la sección más leída de La España Moderna, como reconocía Lázaro, el director y propietario de la revista.

Emilio Castelar tal vez tenía a mano La cuestión palpitante de Emilia Pardo Bazán, cuando, en una tarjeta de visita remitida a Lázaro, le declaró «el fénix de los editores», reconociéndole como único entre de los de su profesión, puntual en los pagos y generoso. Doña Emilia en aquella edición de 1883 calificaba así a Georges Charpentier en un artículo titulado «Zola: su vida y carácter», publicado antes en La Época, el 12 de febrero de 1883, y Castelar fue el primero que lo hizo refiriéndose a un editor español, Lázaro, de quien años más tarde, en 1909, Unamuno dijo que era «un forjador de cultura» y que La España Moderna era «el monumento más sólido de la cultura española» a finales del siglo XIX y comienzos del XX.

En el «Prospecto» que, como director, José Lázaro insertó en el primer número de La España Moderna, correspondiente al mes de enero de 1889, incluyó la relación prevista de colaboradores, con nombres de algunos a los que solo conocía por sus obras, los que, a su parecer, eran los mejores escritores, los autores españoles más ilustres. En la relación se encuentra Emilio Castelar, y no sorprende porque era el personaje más popular, admirado y distinguido de los de su generación en España y también el más respetado en el extranjero. En un artículo publicado en La Vanguardia de Barcelona, el 6 de marzo de 1888, Lázaro recordaba a su amigo Vicente Manterola ―defensor de la religión católica cuando en el Congreso se trataba del proyecto de Constitución de 1869― y reprodujo una frase de Castelar que en aquella ocasión entusiasmó a la Cámara:

Grande es Dios en el Sinaí; el trueno le precede, el rayo le acompaña, la luz le envuelve, la tierra tiembla, los montes se desgajan; pero hay un Dios más grande, más grande todavía, que no es el majestuoso Dios del Sinaí, sino el humilde Dios del Calvario, clavado en una cruz, herido, yerto, coronado de espinas, con la hiel en los labios y, sin embargo, diciendo: «Padre mío, perdónalos, perdona a mis verdugos, perdona a mis perseguidores; perdónalos, porque no saben lo que se hacen».

Lázaro había leído las obras de Emilio Castelar, pero, por lo que sabemos, pudo conocerle personalmente bien en junio de 1888, cuando debió de estar en Madrid, bien a finales de aquel año cuando se estableció en la capital procedente de Barcelona para iniciar su andadura editorial al frente de La España Moderna. Emilia Pardo Bazán, que animó e impulsó el proyecto y recurrió a sus amigos para dar rumbo y contenido a la revista, haría la presentación pues mantenía amistad con el expresidente de la Primera República desde hacía muchos años. Entonces el político y orador era, sobre todo, escritor y periodista ―fue orador veinte años y escritor y periodista toda la vida―, residía en el número 40 de la madrileña calle de Serrano y contaba 55 o 56 años, dependiendo del primer encuentro, en junio o a finales de 1888; permanecía soltero, aunque sabemos, gracias a su biógrafo Ginés Alberola en la Semblanza de Castelar, que llegó a concertar matrimonio, después de terminar la carrera universitaria, con Benita Guijarro, una de las camaristas de la infanta Isabel. Lázaro tenía 26 años cuando llegó a Madrid y residió en el número 68 de la calle de Serrano, en la misma casa en la que vivía Emilia Pardo Bazán; también estaba soltero, aunque se sabe que Elvira Lazcano y Morales de Setién, hija del magistrado Pablo Lazcano del Valle, fue su novia cuando estudiaba en Valladolid, que tuvo un fugaz encuentro amoroso con doña Emilia en mayo de 1888, con más trascendencia desde que se hizo público, y que contrajo matrimonio más tarde, en 1903, con Paula Florido.

Emilio Castelar y José Lázaro Galdiano.

Emilio Castelar en La España Moderna

Lázaro, el joven editor, tuvo la fortuna de encontrar abiertas las puertas del círculo literario y de amistades de doña Emilia, en el que ocupaba lugar preferente Castelar. Ambos pasaron de la relación inicial de posibles colaboradores a la categoría de redactores de La España Moderna en 1891, junto a Concepción Arenal, Barrantes, Campoamor, Cánovas, Echegaray, Galdós, Menéndez y Pelayo, Palacio Valdés, Pi y Margall, Thebussem, Valera y Zorrilla. Curiosamente, en la lista aparecen algunos nuevos como Arenal, Menéndez y Pelayo, Barrantes y Zorrilla, y ya no encontramos a otros como Balart, mencionado en el epistolario de Castelar y Lázaro, o Clarín, nombre que en esas fechas ya no se citaba en la revista, ni para bien ni para mal.

Antes de tratar de los asuntos documentados en la correspondencia que mantuvieron Castelar y Lázaro, diremos que se conservan en el Archivo de la Fundación Lázaro Galdiano catorce cartas, dos tarjetas y un besalamano de Castelar a Lázaro y una carta a Brígido Sebastián, empleado en la editorial, por una parte, y copia de cincuenta cartas de Lázaro y de seis de Brígido Sebastián a Castelar, por otra. Conviene destacar que en el epistolario se refleja la amistad invariable desde que se conocieron hasta que falleció el escritor en 1899. Castelar se despide con distintas fórmulas, así, además de la más corriente de «afectísimo amigo», emplea otras como «constante amigo», «paternal amigo» o alguna más elocuente, como en carta el 11 de octubre de 1892: «Ya sabe usted que lo coloco entre mis grandes afecciones y que lo considero uno de mis mejores amigos. Hable y ordene. Le quiere mucho su afectísimo Emilio Castelar».

Aunque figuraba en los planes iniciales como colaborador, solo se publicó un artículo de Castelar durante el primer año de vida de La España Moderna, «Necrología de Mancini», en la cuarta entrega, es decir, en el tomo de abril de 1889. Se trataba de un homenaje al jurisconsulto y político Pasquale Stanislao Mancini, conde de Mancini y marqués de Fusignano, que había fallecido el 26 de diciembre de 1888, y fue la ocasión propicia para que Castelar entregase el primer artículo para la revista. El 2 de abril de 1889 le decía Lázaro: «Me ha entregado Emilia el artículo de usted sobre Mancini, que en el acto he mandado a la imprenta sin leerlo, no obstante, la impaciencia con que siempre devoro los escritos de usted» e indicaba «Le mando por el artículo veinte duros, rogándole que me envíe recibo para justificante del administrador». Castelar le contestó el mismo día, confirmado que había recibido «las cien pesetas» y, además, decía: «Siento en el alma se haya molestado con tal envío, pues mi móvil ha sido mostrar a usted una amistad y cumplir a la admirada Emilia mi palabra». Una muestra más del papel de Pardo Bazán en el comienzo de esta relación editorial y amistosa.

Hubo de transcurrir más de año y medio hasta que apareciera su firma de nuevo en la revista de Lázaro y fue en una sección, la «Crónica internacional», que vio la luz, casi de forma ininterrumpida, desde diciembre de 1890 hasta diciembre de 1898. Si a la mencionada «Necrología» sumamos su mensual «Crónica internacional» ―siempre se mantuvo este título, salvo en junio de 1894, que apareció como «Revista europea»― alcanzamos la cifra de 90 colaboraciones, con 1802 páginas publicadas, pues las entregas tuvieron una extensión variable, desde las 5, en febrero de 1893, hasta las 33 páginas, en febrero y septiembre de 1896 y abril de 1897.

Tenemos constancia de la relación editorial entre ambos por esta copiosa y meritoria aportación de Castelar a La España Moderna, publicada y conocida, aunque no suficientemente estudiada, y por el epistolario que se conserva parcialmente. En este último se refleja el envío de originales por parte del autor y el pago por parte del editor de la cantidad de cien pesetas por el artículo sobre Mancini y de trescientos reales ―setenta y cinco pesetas― puntualmente por cada una de las entregas de la «Crónica internacional». Castelar, por lo tanto, recibió 6.775 pesetas de Lázaro por su colaboración en La España Moderna. Las cifras mencionadas coinciden con las que ofrecía por las colaboraciones a los escritores con más renombre. Por ejemplo, a Clarín, por la «Revista literaria», le dijo en noviembre de 1889 que estaba dispuesto a pagarle «doce reales por cuartilla, siempre que la totalidad no pase de 33, que dan veinte duros», es decir, cien pesetas por artículo. Sin embargo, Juan Pérez de Guzmán, que no estaba entre las «primeras firmas», en enero de 1900, recibió por una crónica para la sección «Revista hispanoamericana» y por un artículo «setenta y cinco pesetas». Por lo tanto, Castelar era uno de los autores mejor pagados en la editorial, aunque estas cifras quedaban lejos de las que, por lo visto recibía por otras colaboraciones, pues, en carta de 25 de noviembre de 1890, Lázaro decía «¡cuánto siento no poder pagarle como los americanos a mil pesetas sus hermosos artículos! Pero usted ya sabe cómo están las letras en España…».

Castelar, encontró en La España Moderna una magnífica tribuna y una fuente de ingresos para atender sus necesidades personales durante la última década de su vida, cuando limitó sus escritos a esta revista y algunas otras como La Ilustración Española y Americana, La Ilustración Artística de Barcelona y a otro diario, El Globo. Es decir, escribía para publicaciones periódicas casi exclusivamente, aunque también publicó alguna monografía en esta etapa de la que queda constancia en el epistolario, como la Historia del descubrimiento de América, en 1892.

En esta pequeña exposición se muestran algunas cartas en las que se refleja la relación entre autor y editor, siempre respetuosa y complaciente, con los usos habituales en la época. Las epístolas, casi siempre breves, reflejan no solo la entrega de las colaboraciones y el pago por parte del editor, sino también el papel fundamental que la colaboración de Castelar tenía para la marcha de la revista y algunos otros detalles como la biografía anunciada, que no llegó a publicarse, las cartas de recomendación y otros asuntos, incluso las desavenencias en un momento puntual, en julio de 1892, cuando por un malentendido no llegó la crónica del mes a su destino. Esto se aprecia en las obras expuestas y se tratará y ampliará de forma más detallada en una segunda entrada en el blog.

Obras expuestas:

1. Carta de José Lázaro a Emilio Castelar. 2 de abril de 1889. Segunda carta del epistolario, escrita después de la entrega del primer artículo de Castelar para La España Moderna: «Necrología de Mancini», por medio de Pardo Bazán. Lázaro dice que manda inmediatamente el texto «a la imprenta, sin leerlo, no obstante, la impaciencia con que siempre devoro los escritos de usted». Madrid, AFLG/1.2.1/ Copiador de La España Moderna, t. 1, f. 406.

2. Carta de Emilio Castelar a José Lázaro. 2 de abril de 1889. Carta escrita en papel de luto, en la que confirma el recibo de cien pesetas por el artículo, aunque dice que su móvil había sido mostrarle su amistad y «cumplir a la admirada Emilia» su palabra. Madrid, AFLG/1.2.2/Archivo de La España Moderna, L 1 C 3-1.

3. Carta de Emilio Castelar a José Lázaro. 11 de febrero de 1891. Carta escrita en papel de luto, con el sobre, entregado en mano. Le informa de la visita de Balart para ultimar el asunto de la biografía de Castelar y dice: «Federico está muy mal de intereses, pesimamente, […]. Para trabajar, no solo necesita dinero sobre lo trabajado, necesita que sus editores le ofrezcan algún adelanto para que trabaje». Madrid, AFLG/1.2.2/Archivo de La España Moderna, L 1 C 35-1.

4. Carta de José Lázaro a Emilio Castelar. 27 de abril de 1891. Lázaro pide a Castelar carta de recomendación para que el Ayuntamiento de Barcelona compre el cuadro de Baldomero Galofre, «que es de lo más saliente» en la Exposición de Bellas Artes de 1891. Madrid, AFLG/1.2.1/ Copiador de La España Moderna, t. 6, f. 437.

5. Carta de Emilio Castelar a José Lázaro. 20 de marzo de 1896. En la carta, escrita por otra mano, con firma y rúbrica de Castelar, le pide que recomiende la candidatura José de Cárdenas para Senador por la Universidad de Salamanca a Miguel de Unamuno. Madrid, AFLG/1.2.2/Archivo de La España Moderna, L 3 C 6-1.

6. Carta de Emilio Castelar a José Lázaro. 16 de julio de 1892. Al no haberse publicado la «Crónica internacional» de aquel mes de julio en La España Moderna, por un malentendido, le rogaba que le dijese si debía «continuar o no la colaboración para el arreglo» de sus asuntos. Madrid, AFLG/1.2.2/Archivo de La España Moderna, L 2 C 37-1.

7. Tarjeta de Emilio Castelar a José Lázaro. Sin fecha. En esta tarjeta de visita, que se conserva con el sobre entregado en mano, le saluda, le declara el «Fénix de los editores» y le reconoce como buen pagador y generoso. Madrid, AFLG/1.2.2/Archivo de La España Moderna, L 9 C 30-3.

8. Castelar, Emilio: Historia del descubrimiento de América, [S.l.] : [s.n.], 1892 (Madrid: Estab. Tip. Sucesores de Rivadeneyra). Ejemplar dedicado por el autor «A mi buen amigo José Lázaro, amante de las letras y de las ciencias que le deben servicios innumerables, amén de fervoroso culto, en prenda de fraternidad literaria. Emilio Castelar». Biblioteca Lázaro Galdiano, IB 11402.

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