LAS ENCUADERNACIONES ARTÍSTICAS DE JOSÉ LÁZARO GALDIANO


Exposición: 23 de abril a 8 de junio de 2021.

Museo Lázaro Galdiano. Sala 1. Serrano 122. Madrid.

Martes a domingo de 9,30 a 15 h. Lunes cerrado.

Por Juan Antonio Yeves Andrés 

En esta pequeña exposición se muestran cubiertas que Lázaro encargó para libros de su biblioteca, obras que no se habían destacado como merecen hasta la fecha porque siempre se ha encumbrado su colección de encuadernaciones artísticas y heráldicas de siglos anteriores. Es una buena oportunidad para dar a conocer sus preferencias en esta especialidad de la bibliofilia y con esta muestra, además, la Biblioteca Lázaro Galdiano celebra el Día del Libro en el año 2021.

En dos ocasiones anteriores se han organizado exposiciones en las que se han dado a conocer las encuadernaciones que encargaron dos bibliófilos españoles, Romero de Lecea y Linage Conde, colecciones que en el siglo XXI han complementado la que tenía José Lázaro. No solo se pudieron ver en dos exposiciones, sino que también se publicaron los dos catálogos, que hoy son homenajes a estos bibliófilos y prueba de agradecimiento de la Fundación Lázaro Galdiano a la generosidad de los herederos de Carlos Romero de Lecea y, en el segundo caso, del propio bibliófilo, José Antonio Linage Conde.

Como se ha dicho anteriormente, la extraordinaria colección de encuadernaciones artísticas y heráldicas que reunió José Lázaro, se conoce desde que él mismo la expuso en su casa, en «Parque Florido», en 1934, y en exposiciones y catálogos recientes, por eso ahora no nos ocuparemos de esas obras, sino de las que se hicieron por encargo expreso suyo.

Lázaro proporcionó una cubierta utilitaria y digna a muchísimos libros de su biblioteca, pero, en el caso de ciertas obras de extraordinario valor bibliográfico ―cuando no tenían una cubierta digna para su contenido― y de otras más modestas, pero de especial valor emotivo para él, acudió a determinados talleres y procuró que la encuadernación tuviera mérito artístico y, sobre todo, que fuera perfecta técnicamente. Cuando estos libros iban llegando a su biblioteca, después de haber sido encuadernados en notables talleres de la época, debió tomarlos con mano firme y suave, que pasaría con cuidado por el lomo y las tapas. Si se trata de obras artísticas del pasado la pasión del bibliófilo se aprecia en el respeto y manejo cuidadoso, incluso con guantes, de los libros artísticamente encuadernados ―así nos imaginamos a Lázaro―, sin embargo, el afecto por estas otras que él mismo encarga suele manifestarse de otra manera, incluso se atreve a acariciarlas.

En esta exposición encontramos verdaderas joyas bibliográficas de siglos pasados, que se exponen por primera vez por la cubierta, junto a otras obras más recientes, sin la rareza o belleza de las primeras, pero que merecieron una encuadernación artística, pues eran libros que Lázaro tenía en su corazón: escritos por él o dedicados a él.

José Lázaro, en la época en la que estaba formando su biblioteca, recurrió con frecuencia a Victo­rio Arias (1856-1935), uno de los mejores encuadernadores profesionales en España entonces. Más de cien volúmenes de la Biblio­teca llevan su nombre, aunque muchos más, sin su nombre, debieron pasar por alguno de los locales madrileños donde tuvo establecimiento desde 1895, en el número 15 de la calle de Cervantes, 26 de la calle de Jesús María, 20 de Echegaray o 76 de Mayor. Sin embargo, cuando Lázaro quiso una encuadernación especial para determinadas obras, se inclinó decididamente por tres talleres franceses: el de Henri Blanchetière (1881-1933), el de Auguste Bernasconi (1879-1967) y, sobre todo, el de Léon Gruel (1841-1923). No están datadas, pero algunas se podrían fechar hacia 1935 o 1936, cuando estaba preparando la Exposición de la estética del libro español, en los Salones de Maggs Bros., de París, inaugurada en julio de 1936. Con las obras a la vista, más de un centenar de volúmenes, podemos concluir que cuando Lázaro encargaba una encuadernación le interesaba que fuera original y que llevase hierros dorados o estampados en seco, pero siempre recordando la estética clásica. Sus preferencias no siguieron la otra tendencia, que ya estaba presente, la más creativa, la que utilizaba la encuadernación como soporte de arte, pues sus gustos eran más cercanos a los de los pione­ros de la bibliofilia espa­ñola del siglo XIX.

En la biblioteca de Lázaro había ciertas encuadernaciones que podemos considerar originales o contemporáneas y él conocía las tendencias del momento por publicaciones que tenía a mano. Por ejemplo, se hallaban en su biblioteca los dos volúmenes del Manuel historique et bibliographique de l’amateur de relieures, de Léon Gruel (Biblioteca Lázaro Galdiano, IB 6428/6429) o La reliure française ancienne & moderne, publicación que reproduce una conferencia pronunciada por Charles Meunier en casa de la marquesa de Clermont-Tonnerre el 13 de enero de 1909 (Biblioteca Lázaro Galdiano, IB 6869). Manejó estas obras e hizo señales en los márgenes cuando le llamaron la atención algunas frases o párrafos enteros. En la primera cuando trata de Grolier o Elzevir, por ejemplo. En la segunda las marcas son más frecuentes, así, cuando el autor dice que «On ne relie plus le livre de bibliophile par luxe, on le relie par besoin de manisfestation décorative», o cuando se menciona a Jean Grolier, Aldo Manucio, Nicolas Jenson, Erhard Ratdolt y Enrique II. Meunier, encuadernador y teórico de la encuadernación, defendía que el profesional debía concentrar sus esfuerzos en una decoración diferente para cada cubierta, siempre apropiada al texto, y a la vez señalaba: « L’art de la reliure, au sens décorative où nous plaçons, est inséparable de l’idée de magnificence : il est destiné à charmer, à séduire, par tous les raffinements de métiers de matières premières dont dispose le relieur ».

En la colección se conservan más de cuarenta volúmenes encuadernados por Gruel y, aunque una parte debe proceder del mercado del libro, algunos recibieron la cubierta gracias al encargo personal de José Lázaro o por medio de Paul-Antoine Vigna (1856-1942), restaurador de libros y estampas. Este taller trabajó para él, al menos entre 1924 y 1935, fechas en las que hay constancia de encargos por dos cartas de Gruel ―24 de septiembre de 1924 y 19 de abril de 1935― y una factura de Vigna ―24 de septiembre de 1935―. La pieza más sobresaliente es la encuadernación que muestra un álbum con hojas en blanco, de gran gramaje, ideado para acoger dibujos, estampas y hojas sueltas de impresos y manuscritos que con frecuencia aparecían en manos de libreros. En la tapa delantera figura el título, «Álbum Colección Lázaro», y se añadieron broches de cierre, de oro y esmaltes. Consta el nombre del taller de encuadernación, «Gruel», y también el del de joyería en el que se realizaron los broches, «Wièse», del que también procede un broche de cinturón de oro conservado en el Museo Lázaro Galdiano (IM 3638). Tal vez se trata de esta encuadernación cuando se menciona en la carta remitida por Gruel en 1924 una obra que «était dans le coffre fort» (Carta de 24 de septiembre de 1924. Archivo Lázaro Florido, L 6, C 28-6). Asimismo, llevan la firma de Gruel otras encuadernaciones que presentan algunas de las joyas bibliográficas de la colección. Además de las obras expuestas ahora, llevan su firma, entre otras, el Libro de retratos de Francisco Pacheco (Biblioteca Lázaro Galdiano, IB 15654), el Testamento de Felipe II , fechado en 1557 (Biblioteca Lázaro Galdiano, IB 15651), y una Biblia del siglo XIII (Biblioteca Lázaro Galdiano, IB 15289).

Solo se encuentra una carta de otro encuadernador parisino, Henri Blanchetière, formado en la École Estienne, que trabajó con Lortic y Kieffer. Está fechada en 1926 y confirma encargos de encuadernaciones, aunque no podemos precisar de qué obras se trata. Una de ellas podría ser la que presenta Underweissung der Proportion und Stellung der bossen-ligent und stehent-abgestolen wie m an das vor augen sicht-in dem Büchlein (Biblioteca Lázaro Galdiano, IB 999), impreso en Nürnberg por Cristoff Zell en 1543, que perteneció a Valentín Carderera. La firma de Blanchetière aparece también en más de cincuenta volúmenes de la Biblioteca Lázaro Galdiano y algunos llegaron después de 1926 a este taller porque se publicaron en fecha posterior, por ejemplo Les peintures primitives des XIVe-XVe & XVIe siècles de la Collection Renders à Bruges, (exposition Burlington House, Londres, Janv.-Févr. 1927), avec une introduction par G. Hulin de Loo et des notices par Edouard Michel, (Biblioteca Lázaro Galdiano, IB 11907). Esta obra lleva dedicatoria de Edouard Michel: « A Monsieur et Madame José Lazaro témoignage de respectueuse sympathie, E. Michel [rúbrica] Juillet 1927 ». Ahora se muestra el segundo de los tomos que publicó el propio Lázaro para dar a conocer las obras que tenía en su casa madrileña de la calle de Serrano, La colección Lázaro de Madrid, publicado en 1927.

El tercer encuadernador de París que cuenta con obras en la Biblioteca Lázaro Galdiano es Auguste Bernasconi, de quien se conserva una única factura de 1935 (Archivo Lázaro Florido, L 10, C 4-1). En este documento aparecen las dos obras que ahora se exponen y una que también debía ser especialmente emotiva para Lázaro, el Diario de viaje a Alemania de Juan de Palafox (Biblioteca Lázaro Galdiano, IB 12455), con prólogo y notas de Cristina de Arteaga. En este ejemplar y en otro de la misma tirada (Biblioteca Lázaro Galdiano, IB 11084, encuadernado por Gruel), Cristina de Arteaga, hija del duque del infantado, completó la dedicatoria a José Lázaro con un texto escrito a mano, cuando ya había ingresado en clausura en un monasterio de la orden jerónima: «Pues como dice San Jerónimo: “Amicitia quae desinere potest vera numquam fuit” Y siempre lo fue la que le profesa: Xristina [rúbrica]. 1. Febrero 1935». Seguramente encargó más en el taller de Bernasconi, pero hasta la fecha solo hemos podido identificar nueve libros con su firma.

En esta exposición se han seleccionado ocho obras ―de entre más de un centenar de volúmenes que se conservan en la Biblioteca― de estos tres talleres parisinos de encuadernación, los preferidos de José Lázaro: Blanchetière, Bernasconi y Gruel. A ellos acudió cuando quiso encuadernar obras de gran mérito bibliográfico o especialmente emotivas para él y, claramente podemos concluir que, frente a las tendencias que se fueron imponiendo en este arte minoritario en la primera mitad del siglo XX, él se inclinó por la estética clásica. Como se puede apreciar en la exposición esta opción no significó una renuncia a la suntuosidad y el lujo.  

Obras expuestas:

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